[vc_row][vc_column][vc_column_text]Hoy he tenido dos clases seguidas con dos estudiantes adolescentes de diferentes continentes. Ellos estudian español conmigo para reforzar su nivel de cara a los exámenes que tienen en sus respectivas escuelas, donde están estudiando nuestro idioma. Sin embargo, al primero no le gusta nada estudiarlo, responde, con mucha suerte, en inglés (digo con suerte porque muchas veces ni siquiera lo hace) y el segundo, es todo lo contrario: siempre me pide más ejercicios, practicar verbos, o mejorar la pronunciación.
Después de estas dos clases, con un buen té “rooibos” en mis manos, meditaba sobre ambos casos y he llegado a la conclusión de que no es un problema de actitud, no, es un problema de auto-presión. Esto me ha hecho reflexionar sobre mí como estudiante de japonés y reconocer que cuando hablo, si me centro en mí mismo: búsqueda de un vocabulario que de repente “desaparece” justo cuando lo necesito, me presiono para encontrar rápidamente el verbo y la conjugación exactas, entonces me bloqueo y me cuesta formular frases un 100% correctas. Sin embargo, cuando enfoco mi mente en la otra persona y en la conversación, aunque mi japonés sea más repetitivo e inexacto, consigo el objetivo: entender y que mi respuesta sea coherente con el tema de conversación.
¿Quieres escuchar este post? ↓
Exactamente pasa lo mismo cuando tocas un instrumento musical: si estoy concentrado en la posición de mis manos, que nota o acorde debo pulsar, el dedo exacto que va sobre cada tecla, que si otra gente te escucha y te juzga… la interpretación sale defectuosa y probablemente deje de tocar la canción a los pocos segundos. Sin embargo, si te centras en escuchar al otro instrumento con el que estás compartiendo ese momento, a diferenciar el tono musical, la nota, el ritmo, sin importar si hay gente escuchando como interpretas, etc… entonces, consigues hacer música junto a tu amigo o amiga. Todo es cuestión de controlar la PRESIÓN MENTAL, mejor dicho: la AUTO-PRESIÓN MENTAL.
Mi estudiante “rebelde” se bloquea y no puede hablar por temor a equivocarse, a decepcionarme. Sin embargo, es un apasionado de los vídeo-juegos y a él, cuando está jugando, no le importa hacer errores, fallar, morir y si hay otros amigos mirando ¡Incluso mejor, cuando hay amigos que miran!, eso es una motivación para hacerlo mejor… ¿por qué? porque en realidad su mente no está en el juicio de sus amigos o temiendo a equivocarse sino, en ganar la partida del vídeo-juego ¿sí?
Pues ese es un buen punto de partida: cuando aprendemos un idioma debemos concentrarnos en lo que nos divierte, nos estimula, los retos… los “enemigos” para una y otra y otra y otra vez, empezar a conversar como si fuera una partida de vídeo-juego: sin importar morir o quedar herido en la “batalla”.
Te invito a que lo pruebes: busca a una persona que te dé la libertad necesaria para que te olvides de ti mismo, sepárate de tu ego perfeccionador. Entonces, empieza a hablar y concéntrate realmente en la otra persona y en el tema de la conversación. Cuando hagas un error, te darás cuenta de ese error y pide que te corrijan, que te ayuden en la batalla… porque para ganar una guerra… es imposible hacerlo solo.[/vc_column_text][vc_empty_space height=”17″][/vc_column][/vc_row]