[vc_row][vc_column][vc_column_text]De entre ese archipiélago de islas preciosas que es Indonesia, hay una que es muy especial: La isla de Flores. Cuando el barco va llegando al puerto ya lo notas en el paisaje y una vez en tierra, nada más ver a los autóctonos, con su anatomía peculiar, te das cuenta de que es como estar en otro tiempo. Ese pequeño trozo de la Tierra estuvo durante milenios aislado y eso trajo consecuencias que se pueden ver en este trozo de paraíso.
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En una de esas maravillosas playas que nos regala Flores coincidí con un irlandés que al igual que yo, buscábamos una puesta de sol sin ruido y muy colorida. Después del ocaso, empezamos una conversación en la que me dijo: “lamentablemente cuando regresamos a casa, después de un viaje, solemos recordarnos mucho de las malas experiencias del viaje”. Sí, es un hábito adquirido que cuando tenemos una experiencia y la queremos compartir con otra persona, a veces, terminamos la charla con un “pero” que barre de la mente todo lo dicho anteriormente; por eso es calificado el “pero” lingüísticamente como un borrador universal. Por ejemplo una persona te dice: En verano estuve en Costa Rica y era precioso, la gente maravillosa y el paisaje increíble… pero… era muy caro”. Nuestra mente recibe este tipo de mensajes de manera que lo que permanece en ella es lo que sigue al “pero”, es decir que recordamos que “era caro” por encima de la otra maravillosa información.
Eso me hace pensar en que no es muy inteligente fijarte solamente en las dos bombillas fundidas de un árbol de Navidad que tenga 100 bombillas ¿no? ¡tenemos 98 encendidas! ¡Pongamos el foco en esas!
De nosotros depende que nos quedemos con un “sabor de boca” positivo o no de un viaje o de cualquier experiencia. Yo creo que el secreto es no olvidarse nunca de que este proceso, al que llamamos vida, es de continuo aprendizaje y si nos acercamos a esta máxima de que vivir es aprender continuamente, va a ser muy difícil que una experiencia, aunque no sea positiva, no nos deje una enseñanza. En cuanto nos alejamos del papel de aprendiz, empieza la distorsión de la realidad.
El mundo nos aporta cada día ¡qué digo! cada hora, alguna novedad tecnológica, científica, artística, etc… ¿sí? Es decir que la vida en sí misma nos está obligando al aprendizaje continuo. Además, entre tú y yo, siguiendo esta premisa no vas a necesitar ninguna cirugía plástica para seguir pareciendo joven… porque lo seguirás siendo mientras tu curiosidad no envejezca.
Recuerdo a una estudiante japonesa que me comentó que su viaje a Barcelona había sido perfecto, bueno casi, porque en el metro le habían robado el teléfono, pero su expresión radiante no desvaneció ni un instante en el momento en el que me compartía sus experiencias en la ciudad.
Cuando viajamos cargamos la mochila de esperanzas, sueños y expectativas de que todo va a ir perfecto y eso, ni nada ni nadie nos lo puede asegurar. De nosotros depende de que en el viaje de regreso al hogar, la mochila esté cargada de “pero” ¡¡o de “y además…”!![/vc_column_text][vc_empty_space height=”17″][/vc_column][/vc_row]