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Hace diez años, cuando terminé mi trabajo en Ciudad del Cabo (Cape Town) en Sudáfrica, se creó un vacío entre mis estudiantes y yo. Mayor fue aún en India y por eso, cuando finalizando mi experiencia en Sidney, dos alumnos me dijeron que querían continuar estudiando conmigo y que no les importaría hacerlo “on line”, acepté.
No sabía que en ese momento mi vida iba a cambiar. Hacer la profesión que me encanta desde cualquier lugar del mundo para cualquier estudiante de cualquier país, era algo tan sorprendente como accesible.
Desde aquél 2012 todo ha cambiado, ahora no solo soy dueño de mi tiempo, también lo soy de mi espacio: puedo trabajar desde cualquier punto del planeta que tenga una conexión a Internet “decente”.
Al principio no era fácil porque tenía que ”digitalizar” mis hábitos, material, forma de explicar, métodos, pedagogía y lo más importante: tenía que volver cálido “la frialdad del cable”. Mi regla era: Tan lejos y tan cerca a la misma vez.
La enseñanza a distancia hace que te pierdas cosas irrepetibles como la calidez presencial, las conversaciones cercanas y personales con los estudiantes antes o después de las clases, la energía de los compañeros en actividades grupales y todo lo que representa las actividades en grupo… sin embargo, para mí, es más eficaz la enseñanza “on line” porque se adapta a la gramática, los temas, el horario, el lugar y el ritmo exclusivo de cada alumno… además de que es ¡mucho más económico y no requiere de desplazamientos!
Aunque siempre, tanto “online” y “offline”, lo importante es no perder la línea que une al estudiante con la determinación por aprender.
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