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Hola ¿Cómo estás?

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Recuerdo que estaba en Damasco, más enfermo que sano, encogido de frío y temblores en la cama de un hostal de mochileros. Compartía habitación con un sueco y una americana pero te prometo que no me acuerdo ni de sus caras. De lo que sí que me acuerdo es que en un buen español, el sueco me recomendó ir al médico. Yo sentía que tenía un gran resfriado y que con un “hammam” (baño de vapor) podría sacar las toxinas por mis poros. Así fue, busqué un baño público por los alrededores del hostal y de camino, pasé por un zoco inmenso para comprar ropa interior “de abuelo” de algodón, para superar los siguientes meses de invierno que, en Oriente Medio es más frío y traicionero que en el Mediterráneo. Tomé el baño de vapor, me cambié de ropa y me metí en una cafetería de una sola bombilla (así es como llamo a los lugares lúgubres y muy pequeños que abundan por Siria) para tomarme un té con menta y así subir la tensión, respirar mejor y poca cosa más, ya que el sentido del gusto lo había perdido unos días antes.

En ese garito humilde compartí mesa con Monsieur Assid, (no es que lo conociera o tuviéramos una cita, no, en esa zona del planeta es muy normal sentarte en una mesa en la que ya hay gente sentada) y mientras calentaba mis manos con el té entre ellas, mantuve una conversación con el señor sirio. Lo mágico fue que, en un momento dado de la interesante conversación, me di cuenta de que mi nivel de árabe era suficiente para comunicarme, entender y hasta reírme con la otra persona. Mis horas y horas de práctica, preguntas y curiosidad sobre ese idioma mientras viajaba por Sudán, Egipto y Jordania habían dado unos pequeños frutos. Ese milagro es el que alimenta mi fe en lo fascinante que es aprender un idioma nuevo.

Te invito a no tener prejuicios, a “lanzarte a la piscina” a equivocarte. No estés esperando ese momento que te encuentres preparado al 100% para hablar, porque ese momento da vértigo y nunca va a llegar… y también, porque la recompensa es maravillosa. Para mí, el error es estarte callado, cauto, discreto cuando viajas por países de lengua extranjera. ¿Por qué? porque cierras puertas a un conocimiento, a una cultura y filosofía nuevas e incluso peor: cierras la puerta a una posible gran amistad o un gran amor… ¿Quién sabe? Quizás no hablar en un momento concreto con la persona concreta hace que pierdas el amor de tu vida…por un simple “hola, ¿Cómo estás?

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