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¡Inmersión PRIMAVERA 2022!

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Ha terminado la inmersión lingüística de junio y mi conclusión, sin ninguna duda es: “ha valido la pena”. Es mucho trabajo previo, durante y después de estos fantásticos siete días que hemos pasado juntos, es verdad, sin embargo, cuando reflexiono “valió la pena” es la sensación que me viene a la mente.

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Esta sensación me ha venido después de ver un vídeo que Monika, una de las estudiantes, me envió ayer. En ese fabuloso trabajo de 26 minutos resume la esencia de la experiencia del grupo de nueve personas que durante una fantástica semana de primavera, hemos convivido en la preciosa comarca del Alt Penedés, una comarca vinícola, cerca de todo y todos a la vez: Cerca del Mar, de Barcelona, de la montaña de Montserrat, de la historia milenaria de Tarragona. Pero sobre todo, a partir de ahora cerca de nuestros nueve corazones.

El primer día fuimos a disfrutar de los hijos favoritos de esta parte de la madre tierra: el vino y el cava (“champagne” para los franceses). A unos minutos paseando de casa, disfrutamos de una explicación de cómo se elaboran estos dos productos, una cata de sus vinos y cavas amenizada con una cena tradicional catalana y sobre todo, un atardecer en los viñedos de la bodega familiar del Giró del Gorner. Allí fuimos reuniéndonos todos y entre risas y sonrisas se empezó a gestar la familia.

Por las mañanas teníamos clases de español, el punto en común de todos nosotros: dos profesores nativos y de los siete estudiantes venidos en esta ocasión de Canadá, EE.UU y Austria.

La segunda víspera fue muy pasional. Después de un paseo por la zona histórica de Barcelona, fuimos a un palacio barroco a disfrutar del mejor espectáculo flamenco que ofrece la ciudad y que les abrió el apetito de más flamenco a mis invitados y si bien, esa hambre flamenca la saciaríamos el sábado, la del estómago hambriento la llenamos con un “tapeo” en el corazón de la ciudad. Después vimos a “Gaudí iluminado” y volvimos a nuestra mansión del s. XV, que para ese segundo día, ya se había convertido en nuestro hogar.

El tercer atardecer nos llegó con olor a mar porque fuimos a que Rosa nos diera una clase magistral de yoga frente a la playa y después, relajados, hicimos un paseo con la brisa del ocaso hasta llegar, para mí, al mejor bar de “tapeo” de Sitges, una de las ciudades más bonitas de este histórico mar.

El cuarto día cambiamos la playa por la montaña y el cielo. Nos fuimos a Montserrat a caminar un poco para llegar a San Miguel y después escuchar las voces angelicales del Coro de la Escolanía dentro de la Basílica. Comimos en un restaurante tradicional perdido en las montañas y regresamos a casa a disfrutar del relax y la cena preparada por Janaina, una chef que nos ha mimado mucho durante las comidas de la inmersión.

El viernes fuimos a comer al puerto de Tarragona, eso sí, después de visitar las ruinas milenarias de la antigua Tarraco. Hablando de griegos, quiero agradecer a los dioses que nos brindaran una temperatura perfecta toda la semana… ni en el Olimpo.

La tarde nos llegó organizando un concurso de tortillas españolas en el que con muuucho sentido del humor, todos hicieron lo que mejor pudieron ¡Ah! ¡Felicidades Álex! Me encanta saber que tu primera comida al regresar a tu Canadá fuera una tortilla.

Y así, con una energía maravillosa, nos llegó el sábado. Xabi el chef llegó puntual por la mañana para llevarnos al mercadillo callejero de Vilafranca del Penedés y allí compráramos los ingredientes culinarios necesarios para hacer un “arroz a la cazuela” y una cena tradicional española. Cuando regresamos de comprar, Érika y Victor, nuestros profesores de baile, nos iniciaron en la danza flamenca con un taller maravilloso que nos abrió el apetito de par en par con tanto movimiento. Entre el arroz y la cena, disfrutamos de más música en directo, piscina, dulces y muy buena onda. Se notaba un aire melancólico porque sabíamos que era nuestro último atardecer juntos… o quizás no ¿quién sabe?

El domingo hicimos nuestra última clase y la chef Janaina nos preparó una digna comida de despedida… o mejor dicho de “hasta luego”. Sí, en septiembre hay estudiantes que repiten, que quieren ver como el otoño dora los viñedos, cómo Barcelona se relaja de la calor, como el Mediterráneo brilla con la luz de poniente y cómo su español mejora de una manera real: “siendo españoles por una semana”.

En este audio-artículo os he compartido muy brevemente, en forma de diario, las actividades que hemos hecho… pero no puedo describir lo que no tiene palabras: la amistad, la cooperación o las emociones que cada uno sentía, el olor y el sabor de las comidas españolas y muchas cosas más que, si no vienes, no podrás entender en su plenitud… ¿Te vienes?

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