[vc_row][vc_column][vc_column_text]Ya estoy en la capital alicantina. Estoy en la ciudad reina de la Costa Blanca, una ciudad que, sobre todo por la noche, se me hace familiar por su similitud en algunos aspectos a Barcelona. Esta ciudad ha sufrido muchos combates, invasiones, batallas y reconstrucciones; y eso se denota en muchos rincones de la ciudad.
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Al principio, Alicante era un reclamo a un turismo, nacional o extranjero, que venía porque era un lugar de calidad, calidez y económico. Con la popularidad, lo de económico se esfumó, pero lo de calidez no. La capital tiene muchos lugares históricos que, más adelante, te voy a nombrar pero te aseguro de que he pasado y volvería pasar muchas tardes simplemente en la Rambla de Méndez Núñez por su gente, y en este aspecto sí, me recuerda y mucho a Las Ramblas de Barcelona cuando yo era adolescente y la rambla era auténtica.
¿Tienes ganas de descubrirlo todo? Entonces haz lo siguiente: de día descubre la ciudad y de noche a su gente. Yo empezaría temprano desayunando un bocadillo de algún pescado en conserva o un buen jamón con un vino local del Vinalopó o de la Marina Alta. Si deseas dulce, entonces sin duda: coca boba, rollitos de anís o buñuelos de calabaza. Bueno, sin duda siempre que no sea Navidad porque entonces, el postre por excelencia es el turrón. Un dulce internacional y de origen de estas tierras.
Una vez has recargado energía, empieza por callejear en el barrio de Santa Cruz . O si lo prefieres, disfruta de las sombras de sus preciosos edificios después de bajar del majestuoso Castillo de Santa Bárbara a través del camino de Bencantil por el que llegarás a la montaña que respalda y protege a esta ciudad. Si estás en baja forma, puedes usar el ascensor que es gratis y te lleva a la fortaleza desde dónde se ve toda la ciudad y la Isla de Tabarca, la única habitada de la comunidad valenciana y que tiene un faro, una iglesia y una playa preciosas de ver y probar.
Alicante, como toda ciudad, tiene un parque, el suyo es el de Canalejas y como no, es un lugar refrescante entre sus magnolias pero honestamente, esta ciudad siempre me ha recibido con una brisa y que gracias a ella, nunca he tenido que hacer pausas en mis paseos diarios. También es justo decir que en mi época de estudiante vivía más la noche del puerto con sus decenas de bares musicales que hacían que no madrugara mucho.
Ese es otro rasgo de esta capital: que la unión entre el barrio antiguo del puerto y los barrios anteriores a la década de los 50, que es cuando hubo el boom del turismo, se han mimetizado con las nuevas construcciones de una manera muy parecida a cómo lo hacen las raíces en la tierra: de una manera des-uniforme y natural.
Antes de “morir” en el atardecer de la playa con una bebida fresca (comprada en el Mercado Central, que al igual que el de Valencia destaca por su arquitectura interior y exterior), aprovechando que estás por el centro, puedes seguir viendo castillos con el Castillo de San Fernando, volver a Santa Cruz a comerte un arroz alicantino y después ya sí, dejarte caer en la arena con la satisfacción de sentirte querido entre tanto extraño para ver el atardecer.
Hay una característica que quiero destacar de esta ciudad: que todo y siendo turística, siempre se encuentra una pensión para dormir (o un hotel de las estrellas que quieras) sin problemas. Eso, junto con la gran comunicación por tren, autobús o avión (es el quinto aeropuerto más popular de España) hace que sea indispensable de visitar si estás “mediterraneando”.
Sigo el litoral, salgo para Murcia, para el sur y lo hago con una frase que es parte de la cultura alicantina y española: Siempre p’alante como los d’Alicante.
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