[vc_row][vc_column][vc_column_text]Ya estoy en la capital y cuando recorro sus calles empinadas de esta ciudad encalomada en lo alto de un monte y con dos ríos a sus pies, el gran Júcar y el pequeño Huécar, tengo la impresión de que estoy en un pueblo grande y no en una ciudad. Lo digo y lo escribo con todo el afecto del mundo porque tengo esa impresión por la atmósfera de hospitalidad, ternura y calidez del lugar y los conquenses.
Cuando paseas por sus calles puede percibir como entre ellos, incluso aunque sean desconocidos, se saludan y se respetan casi como si fueran familia y eso transmite seguridad y candor que me llega.
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Está claro de que hay que ir a ver las casas colgadas al igual que si vas a Granada debes visitar La Alhambra, pero esta capital con poco más de 54 mil habitantes tiene mucho más que espera para ser descubierto. Vamos a ello.
Castilla – La Mancha durante muchos siglos fue tierra fronteriza de la reconquista española, esto quiere decir que hay muchos monumentos cristianos que fueron creados reconvirtiendo monumentos musulmanes o judíos. Especialmente iglesias y catedrales que fueron mezquitas o sinagogas. La Catedral de Cuenca era una mezquita, como también lo era la Iglesia de San Pedro. Dos lugares que son bonitos de visitar. Sí, pero para mí, la mejor manera de visitar Cuenca es descubriéndola. No ir a los lugares marcados, no. Ir encontrándoselos, descubriéndolos literalmente.
Empezaría desde la Plaza Mayor. Allí tienes la Catedral, el Ayuntamiento, las Casas de Colores, el Convento de las Petras y todos estos lugares con gente sencilla y amigable que hará tu paseo tranquilo y dicharachero. Verás como te sorprenderá su ubicación.
Esta ciudad tiene un secreto y es que al estar entre dos ríos y en lo alto de una loma, tiene vistas preciosas que te irás encontrando de repente, algo así como pasear por El Albaicín de Granada u otro lugar ubicado en zona empinada. Hay miradores por todos lados (algunos no adaptados a personas de movilidad reducida) y si quisieras vistas más vertiginosas, no dudes en cruzar el Puente de San Pablo, que por cierto, al lado hay un parador precioso para tomar un té o algo fresco en medio de la ruta.
Después de ver la ciudad desde distintos ángulos, yo me metería entre sus calles, sí, buscaría lo opuesto: conocer la ciudad baja, la ciudad del callejeo. Unas calles que tienen siglos de historia y tradiciones como el Barrio Judío / Barrio de San Miguel, que es precioso o la sorprendente Ronda Julián Romero en la que la tradición religiosa se ha despegado de su esencia litúrgica para convertirse en un patrimonio cultural muy digno de gozar. No te pierdas el Cristo del Pasadizo y pregunta a cualquier vecino por la leyenda de amor entre Angustias, Lesmes y Julián. Es sin duda muy castiza, muy castellana y refleja la pasión de los españoles de hace 500 años.
Callejeando llegarás al barrio de San Martín, que era como un Manhattan de la época por sus edificios altos construidos ingeniosamente en los acantilados. Pero como te he dicho, Cuenca es un pueblo grande y seguro de que irás encontrando lugares encantadores sin pretenderlo, como la Plaza Mangana, considerada el sitio más antiguo de Cuenca y que alberga una torre de estilo italiano.
Por su puesto, todos los caminos te llevarán a las Casas Colgadas. En realidad, antes era un barrio colgado pero ahora solo se conservan tres, hace 600 años eran muchas más. Las puedes visitar por dentro ya que están reformadas y reconvertidas en un mesón y en un museo de arte. Preciosa experiencia.
Cuenca es un lugar para pasar tres o cuatro noches mínimo. Es económico, tranquilo, auténtico y con gente muy gentil. Su atractivo es en realidad, su aparente minimalismo. Yo no suelo viajar con guía, sí que siempre tengo un mente los lugares que quiero ver pero no planeo cuándo, ni en cuánto tiempo lo visito y, en lugares como esta capital de provincia, sin duda, es la mejor manera de viajar.
Subo al norte de Castilla – La Mancha, a la provincia de Guadalajara. Sigamos disfrutando del centro de España y de descubrir sus rincones auténticos.
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