[vc_row][vc_column][vc_column_text]“Cuando leo en español, lo oigo, esa es la pequeña diferencia con respecto a las otras lenguas que hablo”, esta conclusión salió mientras conversaba con María P. esta semana. Ella, como muchos de mis estudiantes y como yo mismo, somos políglotas y tenemos la habilidad de poder leer textos en varios idiomas y de varios tipos de registro.
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Sin duda, leer es un placer, sobre todo en tiempos de pandemia, y además, funciona casi como un perfecto placebo que amilana las ansias por viajar. Lo irónico de la vida es que cuando leemos mucho, queremos viajar y cuando viajamos por largo tiempo, siempre estamos buscando un momento y un rincón fresco, que no frío, para poder leer aunque solo sean 10 minutos. Esa interacción entre vida y viaje, entre nomadismo y sed de conocimientos o de una ficción “enganchosa” que te haga olvidar de las vicisitudes de las jornadas itinerantes, son una de las más hermosas y compatibles contradicciones que podemos disfrutar.
Estas dos semanas de inmersión me han abierto el apetito de viajar, de moverme con un plan inicial para después, iniciar un plan que seguramente, con el movimiento, poco acabe pareciéndose al original. En el horizonte de mi pensamiento, mis sueños otean la posibilidad de “mama” África y mi puerta preferida: Marruecos. Saber que en ese portal continental tengo un sitio dónde descansar y ser feliz, me relaja el alma. Y eso lo sé; recordando que el verbo saber nunca describe acciones hipotéticas… ¡es seguro!
Estas semanas están llenas de días de “calma-chicha” y es interesante que tanto los rumores del fin de la pandemia, como los de una nueva ola pre-hibernal aparecen en un mismo informativo; dónde la gente muestra su hastío y poca paciencia sencillamente porque “eso solo le ocurre a los otros” (parecido a nuestros pensamientos sobre los accidentes de tráfico: ¿a nosotros? ¡Nunca!). Toda esa ansiedad encapsulada nos hace torpes de movimiento. No importa si tu ideología es pro o en contra de las vacunas, de que si la Tierra es plana, etc… la cuestión es que en estos meses no me he encontrado a ninguna persona con una seguridad en la mirada provocada por la certeza total. Eso, me abre más aún el cofre de la curiosidad para ver cómo viven estos momentos, personas con menos recursos pero con las mismas ganas de vivir… y eso, sé que será muy pronto.
Volviendo al tema de las primeras cuatro líneas de este audio-artículo: la diferencia entre leer en tu lengua materna o no, te consigue diferentes niveles de placer y de seguridad cuando navegas entre los renglones. Sin embargo, una cuestión se abre paso a codazos entre mis neuronas: ¿Qué ocurre con las personas bilíngües?
Nosotros aquí en Barcelona recibimos y nos podemos comunicar en dos lenguas sin importar de la complejidad del tipo de registro o la “seriedad” del documento. Aquí, el idioma no es una barrera para escuchar en uno u otro idioma tu serie favorita, leer tus cómics o firmar un contrato de alquiler. Esta es una realidad tangible. Esta reflexión me hace dudar de si podemos sumergirnos con la misma libertad y eficacia en más de un idioma. A esto, mi padre me decía: “tú idioma es en el cuál sueñas”… ¿Y tú?[/vc_column_text][vc_empty_space height=”17″][/vc_column][/vc_row]