[vc_row][vc_column][vc_column_text]Hoy me ha venido a la mente una escena que me ocurrió hace poco más de un año, quizás bastante más porque con la pandemia, el concepto del tiempo lo tenemos un poco nubloso. Resultó que cuando una vieja amiga valenciana me visitó a casa, al observar una foto mía, de hará poco más de tres años, que estaba en la puerta de la nevera, me dijo: “¡qué diferente estás en esa foto! no parece que seas tú”. Hoy, al abrir la nevera y volverla a ver, la voz de ella ha resonado en mis tímpanos y honestamente, por más que miro esa foto no puedo ver “eso” tan peculiar que ella vio de diferente en mí y que yo soy tan obtuso de seguir sin poder verlo.
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Esta reflexión me ha llevado a otra: “seguramente, cuando estamos hablando un idioma extranjero, nosotros nos vemos y oímos muy diferentes de cómo los otros nos ven y escuchan”.
Ha dado la casualidad que esta semana he tenido una clase de fonética con una estudiante y cuando ella iba repitiendo las palabras del ejercicio en cuestión (¡Ay, la dichosa “rr”!) por los comentarios que ella hacia a mis observaciones, estoy seguro de que había un ligero abismo entre su percepción de su fonética y la mía. Esta estudiante está trabajando en ‘quitarse la “gringa” que lleva dentro’ y estoy seguro un 100% de que ella se escucha mucho más “americana” de lo que yo lo hago. Eso es un hecho, la memoria auditiva nos crea malas pasadas… muy malas en ocasiones.
Me río de pensar lo que deben haber escuchado las personas frente a mí cuando salían de mi boca mis primeras frases en japonés, inglés, francés u otros idiomas durante toda mi vida… de hecho, recuerdo perfectamente gestos y muecas incontrolables mientras yo hablaba y, por supuesto, muchas sonrisas, que de hecho, han sido y son de mucha ayuda.
Un gran enemigo que tenemos en el aprendizaje de idiomas, bueno, y en la vida en general, es el ego. Sin duda, esta parte tan inseparable de nosotros hace lento que aceptemos los aspectos a mejorar cuando estamos aprendiendo. Por eso, hay que tener una serie de rutinas que nos ayuden a no oír al ego y así que el oído deje paso a los errores, a los nuevos fonemas y a otros aspectos de la expresión oral a mejorar.
Sin duda, un sistema que funciona es el leer en voz alta y si puedes grabarte, entonces los resultados son mucho mejores.
Aunque mis dos sistemas favoritos para auto-corregirme son la auto-escucha, es decir, taparte uno de los dos oídos mientras hablas o lees y el tener conversaciones con alguien con quien no hayas hablado desde hace tiempo, ¿por qué? Porque ellos tienen referencias en su memoria de esa última vez que hablaban contigo y entonces te podrán decir cuánto y cómo has mejorado.
Te invito a que te pongas delante del “espejo-idioma”, te mires las “arrugas” y empieces a trabajar con naturalidad para embellecer tu español y que resulte atractivo, pero ya sabes, igual que en la belleza estética: tienes que gustarte a ti mismo para poder gustar a los demás. Auto-crítica, humildad y tesón, no hay mejores bisturís para conseguir tu bello objetivo.[/vc_column_text][vc_empty_space height=”17″][/vc_column][/vc_row]