[vc_row][vc_column][vc_column_text]Esta semana he recibido la llamada de un gran amigo que me ha hecho reflexionar sobre el hecho de que tengamos tantos y tantos sistemas para comunicarnos y en muchas ocasiones, tantas posibilidades de comunicación provocan una situación completamente opuesta… nos alejan. Me explico: cuando me llamó me dijo: ¿Puedes hablar o te pillo en mal momento?, yo le respondí que “todo bien” a lo que él añadió: “no sabía si enviarte un mensaje de texto para preguntarte si te podía llamar”. Ambos nos reímos e ironizamos: “mejor, te envío una carta, para preguntarte si te puedo enviar un fax, en el que te diga que te enviaré un telegrama, pidiéndote cita para llamarte”…
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Somos de la vieja escuela de inmigrantes tecnológicos que de adolescentes, metíamos el dedo índice en el rosco-marcador de uno de esos teléfonos de casa para girarlo y que cuando sacabas el dedo giraba a contra como una noria .
Cuando terminó la llamada, muy divertida por cierto, pensé que hoy en día, además del correo postal tradicional, tenemos los clásicos fax, teléfono de casa, telegrama o los más recientes “emails”, teléfonos móviles, mensajes de texto de SMS/MMS y/o de audio/vídeo de decenas de aplicaciones, Skype, Zoom, Google Meet, etc, redes sociales con servicio de mensajería y algo que hayan inventado mientras lees este artículo y, sin embargo, cada vez más hay una sensación de incomunicación constante en la sociedad.
Es curioso que exista un desequilibrio emocional entre tanto dispositivo. Por un lado, es muy fácil transmitir una alegría, emoción o sentimiento desde cualquier punto del planeta con un mensaje de audio, o puedes compartir un paisaje inefable o un momento especial en un vídeo-mensaje, pero por otro lado, puedes enviar un icono de corazón o sonriendo cuando, en realidad, por dentro estás destrozado.
Y si le damos una vuelta más de tuerca, cada vez más nos encontramos con situaciones paradójicas como personas o familias sentadas juntas para comer, pero con los pensamientos enfocados en sus teléfonos. Sentados juntos, pero entre todos existiendo la distancia entre la Tierra y los satélites.
Antes sabíamos de memoria los números de teléfono de la familia, amigos y otros que considerábamos importantes, ahora no solo no los recordamos sino que tenemos decenas de números de personas que sabemos que nunca vamos a llamar. Tanto medio de comunicación me da la misma sensación que dar un abrazo a alguien con armadura, o bañarte en un lago de aguas turquesas y cálidas con un traje de neopreno o acariciar a un ser querido con guantes… sí, pero no.
Entonces, la pregunta que lanzo al aire para que sea respirada por tus pulmones es: ¿estamos bien comunicados o bien incomunicados? ¿No te pasa que todo y estando la persona no más lejos que la distancia que hay entre tu dedo y el icono del contacto, se te hace muy difícil presionar el cristal de tu teléfono?[/vc_column_text][vc_empty_space height=”17″][/vc_column][/vc_row]