[vc_row][vc_column][vc_column_text]Ayer estuve frente al Mediterráneo y además, lo hice con un amigo de la infancia que me ayudó a grabar la video-clase mensual que la semana que viene estará visible en línea.
¡Cómo echaba de menos el olor a sal y el sonido interminable del olaje! Además, la playa en primavera, en esta costa, es un lujo porque se te deja vivirla casi en intimidad total, como sabes, en verano este país recibe muchas visitas, siempre bienvenidas, de personas sedientas de sol y agua salada… ¡Qué ironía! ¿no?
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Entre toma y toma de la grabación, recordábamos anécdotas de nuestra juventud y las risas constantes comunicaban más que las propias palabras. Esas risas a boca abierta confirmaban que nos lo habíamos pasado en grande, y que recordamos en positivo las aventuras y desventuras vividas en esos años que unen la infancia y la adolescencia, y a posterior, la adolescencia con la juventud. Eran las mismas anécdotas que nos habíamos contado mil veces, pero que siempre suenan como la primera vez ¿Sabes de qué te hablo, verdad?
De vez en cuando, tenía tiempo de echar un vistazo al Mediterráneo y me imaginaba a los que llegaban allende los mares a otras tierras donde no había ni una palabra en común entre los dos idiomas: el que llegaba y el que estaba esperando. Muchas veces me he visto así, hablando en una aldea de Borneo, en la Tierra Alta de P.N.G, poblados de Sudán, con kurdos en la Turquía oriental; gente que no sabía ni inglés ni francés y que con mucho tiempo, té y una actitud de anfitrión angelical, me concedían todo el tiempo del mundo hasta que llegábamos a conversar un poco. Recuerdo historias de mi abuela cuando llegaba un turista despistado a su poblado de montaña en Granada y cómo el nor-europeo tenía charlas con mi abuelo sin que ninguno de los dos supieran lo que decía el otro exactamente. ¿Hay algo que comunique más que una sonrisa o un gesto facial?
Siempre he tenido curiosidad y he pasado tiempo pensado cómo se lograron hacer los primeros diccionarios, tenía que haber sido un proceso interesante y mágico. Recuerdo cuando oí hablar por primera vez de la “Piedra Rosseta” y lo que significó para la humanidad, pero cuando veía las películas del Lejano Oeste (Far-west) en televisión, me preguntaba cómo había sido el proceso desde la primera palabra del primer día a que hubiera intérpretes que comunicaban “pieles rojas” con “pieles pálidas”, o Marco Polo en China o tantos casos similares… Creo que con dibujos, gestos y sobre todo, la necesidad y las ganas de comunicarse se rompen esas barreras con facilidad. Por eso estoy muy tranquilo porque si un día vinieran unos extraterrestres, les podríamos invitar a una paella y a unas tapas siguiendo algún código…
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