[vc_row][vc_column][vc_column_text]La mayoría de mi familia vive en la provincia de Barcelona pero ubicada a unos 20 kms. al oeste de la zona de Montserrat dónde me crié. Algunas veces, de pequeño, cuando iba en el asiento trasero del coche de mis padres, camino de casa de mis tíos y mis primos, por la ventana veía un edificio muy alto y con unas formas diferentes al resto como no había visto nunca antes. Ese edificio era y es un castillo ¡Sí!
Esta semana he decidido volver allí, disfrutarlo con tranquilidad y compartirlo con todos vosotros a través de un vídeo. Estuve tomando imágenes, preguntando a vecinos sobre el emprendedor de tan increíble proyecto y disfrutando de cientos de detalles que albergan los muros de ese gigante de piedra. Además, el día era muy primaveral y apetecía reposar en los recovecos de sus piedras y observar la magnitud de ese castillo sin rey.
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Antes de volver a casa, cuando estaba a punto de arrancar el coche, miré de nuevo esa colosal edificación y entendí que lo que realmente me había hecho ir a ese lugar no era compartir un rincón genuino con mis estudiantes, no. El verdadero objetivo del viaje era enviar un mensaje empírico a todos nosotros: todo es posible.
Jacinto, el coleccionista de arte que decidió guardar sus tesoros en un edificio que fuera histórico, hace 60 años, empezó a construir un hogar que no deja indiferente a nadie que lo tenga delante. “Cinto”, así es cómo le llamaban, sufrió vandalismos, robos, denuncias, ruinas y ¡hasta estuvo en la cárcel 6 días por un entresijo de antigüedades robadas”! es un ejemplo empírico de que los sueños son para que se cumplan y que los obstáculos en el camino nos los ponemos nosotros, únicamente nosotros. Cuando se estudia el español, el aprender el subjuntivo, las preposiciones, los tiempos en pasado, etc… se convierten en pequeños obstáculos que pueden ser los que te hagan abandonar el reto o al contrario, los superes a la misma vez que te brindan una enseñanza. Todo dependiendo de tu pasión y fidelidad por tu sueño, dependiendo de ti.
Siempre podemos excusarnos en nuestra falta de tiempo, dinero, exceso de responsabilidades y otras muchas excusas, pero creo que lo que nos cuesta reconocer es la verdadera falta de pasión por el objetivo. Vivimos en una sociedad que nos presiona con la rapidez y con mensajes que hacen que estemos comparándonos todo el tiempo con una u otra persona que hace lo mismo que nosotros queremos hacer pero más rápido, eficaz, bonito, barato… es decir nos erosiona la autoestima y nos reduce a las cenizas nuestra moral y coraje.
Pues cuando nos ocurra esto, es mejor revertir las emociones y dejarnos influir por los éxitos de terceros pero de una manera que te contagie de “todo es posible” o “¿ves? Sí se puede hacer”. Estos mensajes te llenarán de optimismo.
Ese castillo merece ser un lugar de peregrinaje para las personas con moral baja o inseguridades y que en esos muros, puedan descubrir que las metas se pueden alcanzar y no menos importante: que cuando las has conseguido, solo son valiosas si has disfrutado en el camino… porque en realidad no hay metas, hay senderos hacia ellas.
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